miércoles, 22 de julio de 2015

Déjame vivir con alegría



Alguien dijo una vez que la historia se había acabado. Me acuerdo perfectamente cuándo oí por primera vez esta tesis, me acuerdo quién nos la contaba, la verdad es que era un profesor bastante majo, de los pocos profesores majos que tuve.  Estaba sentada en un aula de una facultad que más tarde abandonaría por puro aburrimiento, por falta de interés y por sentirme absolutamente timada. Años después me comería con patatas asignaturas que a día de hoy me producen menos interés todavía, en fin, mi vida de estudiante merecería una sección en la psicopatología moderna, por loca y por aburrida.
No me leí entera la tesis de Fukuyama y no tengo ni idea de toda su amplitud, pero quiero ser un poco más optimista y pensar que las cosas pueden cambiar.
La semana pasada mi optimismo se fue a la mierda. Mi optimismo lo tiré al cubo de la basura y por ahora no lo recogí, lo dejo ahí un poco a ver qué pasa. Me ayuda que es verano, digo por lo de andar sin optimismo por el mundo, me ayuda que hace una temperatura excelente y que se puede andar por ahí en manga corta por el día y por la noche y que eso aquí, en esa franja de tierra que queda entre el mar Cantábrico y la cordillera Cantábrica lo de andar por la noche en manga corta, no es nada habitual.
Mi optimismo se fue a la mierda cuándo leí la semana pasada lo que había firmado Tsipras. Lo primero que pensé es que no me querría ver en su piel, ni el fin de semana pasado ni los últimos cinco meses. Y no porque el tipo me caiga mal o porque piense que lo haya hecho mal, no, ¡que va!, lo digo por el grado de presión que ha tenido que sufrir para firmar algo así, para dejar a su pueblo, a su país, en ese lugar miserable. 
Lo primero que pensé fue en él, en la persona, en lo que habrá tenido que ser para él hacer algo así. Pienso que de ahí yo no saldría, bueno, por algo para mi es impensable ningún tipo de vida pública. El peso que sostiene este hombre, la responsabilidad que asumió me parece absolutamente intolerable. Me alegra que haya gente que la puede asumir. Me gustaría preguntarle cómo lo lleva, cómo se siente, a qué se agarra en los momentos de debilidad, de inseguridad, de miedo...porque leñe, es un hombre de carne y hueso que aunque viva en Atenas, no es un Dios del Olimpo que todo lo puede, digo yo.
Mandé mi optimismo a la mierda porque después de esto ¿qué nos queda?. No metieron los tanques en Grecia, pero da igual, cómo si los hubieran metido, así lo decía Varufakis. Ni un No más o menos tajante del pueblo griego ha servido para algo, al contrario, el No les empoderó, ¿qué pensáis que podéis dirigir vuestro destino? ¿qué creéis que podéis pensar alternativas para no vivir cómo ratas? OLVIDAROS! y por haberlo pensado, aunque sea de lejos, vais a recibir un castigo que será ejemplo para todos. Se acabó el poder del pueblo, la voz del pueblo, la posibilidad de pensar y de decidir.
Todo esto en realidad ya lo sabíamos. Que estamos inmersos y rodeados de una buena mierda, si, de eso también estaba enterada. Qué si, que ya lo sabía,  pero lo de la semana pasada me dejó la moral por los suelos. 
Gente dejándose la piel para que las cosas cambien y unos cuántos se dedican a morirse de risa y a seguir frotándose las manos.
Es imposible que la historia haya terminado, no podemos quedarnos así. Es posible que mis ojos no lo vean, paso de los cuarenta, no soy eterna, pero esto no puede ser infinito, de verdad que no lo pienso. 
Veo que el optimismo quiere apoderarse de mi, pica a mi puerta, quiere saltar del cubo de la basura y meterse otra vez en mi. Lo conseguirá, no digo que no, porque este estado de pesimismo es muy triste, muy desolador, deja al ser humano a la altura del betún. Me deja en un lugar dónde nada tiene sentido, en un lugar donde la acción, el pensamiento, la construcción, la creatividad, la solidaridad, la comunidad...no tienen sentido, se acaban. Si, ahí estaría el fin de la historia, ahí ya no quedaría nada más que aridez, sordidez, envidia, tristeza, desolación, frialdad, dinero, poder, oscuridad...No sé que tiene que pasar para que algo cambie.
Y vuelvo a pensar en Tsipras y en Varufakis. Este decía hace unos días que en los últimos meses dormía poquísimas horas al día, yo, que si no duermo ocho horas me duele todo, empiezo a ver lucecitas extrañas y me ataca la migraña. ¡Cómo para sentarme con el demonio en Bruselas estoy!. Pienso en ellos, tipos de carne y hueso, con sus egos, por supuesto, pero tipos con una ideología; entonces, insisto, la historia no se ha terminada, porque hay gente que cree en algo que no es solo dinero. Gente que sigue pensando que hay otras vías, que el pensamiento único no es el único pensamiento posible.
Podéis pensar que simplifico mucho las cosas, que la maquinaria que mueve el mundo es mucho más compleja, fondos de inversión, divisas, multinacionales, tratados, burbujas financieras, geoestrategia,  contratos millonarios, BCE, FMI, la troika, crisis energética, nuclear, oligarcas, gasoductos, guerras eternas, agua y petróleo...pero las personas queremos y necesitamos vivir, así de simple, vivir con un poco de dignidad, sin ser constantemente pisoteados y ninguneados. Queremos tener derecho real al trabajo, a una vivienda digna, a una sanidad pública en condiciones y a una educación de calidad. Muy complejo, si! Parece que es pedir mucho, muchísimo. Realmente en esta situación vivir con un poco de optimismo y de alegría se vuelve complicado.
Esta semana los periódicos se centran en otras noticias y parece que lo de la semana pasada no pasó. Ese es otro mal moderno, la memoria se ha ido a la mierda también.

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2 comentarios:

  1. Comparto plenamente lo que dices, Carmen. O quizás no, quizás soy más pesimista. Incluso cínica.
    Al menos también quiero que me dejen vivir con alegría. Y quiero dormir bien.

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    1. Yo también quiero dormir bien y para ello necesito vivir con alegría y para vivir con alegría tengo que ser optimista si no lo consigo, todo se me va a la mierda. Así que ese es mi ejercicio vital, calma y alegría. Un abrazo

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