martes, 14 de julio de 2015

Trío



A mi el tres no me parece un mal número.
En el trío se da un espacio muy claro para que aparezca la ansiedad del excluído por ser el tercero. Dice Paco Peñarrubia que la tríada es el espacio genuino del conflicto.
Yo tengo muchas experiencias de tríos de amistad, no en todos los casos ha salido bien el asunto, pero en muchos otros funciona bien. Tres amigas con un espacio común de tres y eso no quita, y a mi me parece fundamental, que existan espacios propios en pareja de quién conforma de algún modo el trío. La triada aunque subjetivamente está, no siempre tiene que estar de una forma práctica. Usos y prácticas de sanidad emocional, creo yo. 
Otra cosa es el trío sexual, pero yo no pretendo hablar aquí de mi vida sexual, por ahora no me apetece. Otra cosa y la misma. Tres personas en relación que comparten sexo y Adam Thirlwell describe de una manera sencilla la ansiedad del excluído en "Politica", su primera novela. Pone en palabras los miedos y angustias que a cada personaje se le pasan por la cabeza en ese momento íntimo de practicar sexo de tres, que yo creo que muchas veces no es sexo de tres, sino sexo de dos y otro que acompaña, pero eso es otro asunto.
En pareja aparece la angustia de la fusión, ese perderse en el otro, ese ser uno y al final no saber quién es quién, perder toda autonomía y un día ya no sabemos quiénes somos y nos sentimos perdidos sin el otro. Así para mi la pareja no funciona, me ahoga. Pero es que librarse de estas cosas no es un tema fácil y hay que estar muy atenta.
La ansiedad de la exclusión aparece en los tríos y también en grupos más amplios. De nuevo una no puede dejar de atender a qué necesita, a dónde está, a cual es el fin del grupo al que pertenece y dónde queda el grupo, dónde queda la propia individualidad y dónde quedan las relaciones íntimas con cada miembro del grupo. Sin individualidad me pierdo en el grupo, confluyo como diríamos los gestaltistas y me olvido de mi misma. Y ahí empieza el conflicto.
Sostener la angustia, el abandono, el no saber, en muchas ocasiones nos ayuda a ver y poder recolocar las cosas de otra manera. Es cierto eso de que la luz entra por la herida. La herida del vacío, del abandono, de la necesidad loca de sentirnos queridos casi a cualquier precio, pagando el precio de dejar de ser quién somos, muy gordo, si!
Vale, pues así es, miro mi herida, siento lo que me duele, la reconozco y la vuelvo a reconocer...es el primer paso, darme cuenta de que está. Luego ya pasamos a otros asuntos, que no deja de ser un estar constantemente atento y un darme cuenta perpetuo.

P.D.: En las fotos parece otono o invierno, pero no, es el otro día en plena mañana de montaña asturiana. Mientras el resto de España se achicharra, dicen que hay ola de calor pero yo no me lo creo, jajaja!, aquí vamos sobreviviendo al verano, llevando en la mochila el bikini y el forro polar. Todas las estaciones en un fin de semana.

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