No me voy a poner morbosa, no por dios! Pero es que el otro día estaba leyendo
Nada que temer de
Julian Barnes y me acordé de estas fotos que saqué en un cementerio en el sur de Francia hace ya unos años.
Barnes escribe este libro porque le tiene miedo a la muerte, yo también. No siempre tuve este miedo, o por lo menos antes no era consciente de tenerlo. Alguien ha dicho alguna vez: "El miedo a la muerte quizá sea la emoción más intensa que existe. A veces pienso que no hay un sentimiento más profundo"
La muerte es un tema tabú, casi nadie quiere hablar de ella, si sale el tema surge incomodidad. Mucha gente se sorprende de que sea un tema que me interese, al que le dedique tiempo, horas de lectura, por ejemplo. Otros me dicen qué para qué pensar en ella, o también aparece la versión del que se le pone cara de terror o de circunstancia cuándo no se sabe qué decir. A mi tenerla en cuenta me hace tener menos miedo, y no se porqué, solo se que es algo común, porque a mucha gente le pasa así.
Pues no me parece un tema tan extraño. Es un asunto tan viejo como la vida, es obvio.
Se ha hablado, se ha escrito infinito sobre este tema. Habla Barnes en su libro de
la mesa limón (que también da título a otro de sus libros), ante ella, los que se sentaban era para hablar de la muerte.
"Montaigne creía que como no podemos vencer a la muerte, la mejor manera de contraatacar es tenerla constantemente presente. pensar en la muerte cada vez que tu caballo tropieza o cae una teja de un tejado. Deberíamos tener el sabor de la muerte en la boca y su nombre en la lengua. Prever la muerte de este modo es liberarte de su servidumbre: más aún, si enseñas a morir a alguien, le enseñas también a vivir".
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