Había una vez un pez de pan relleno de cecina y de queso de cabra. Llegó nadando lentamente como es propio del espíritu al que queremos invocar, el de la calma y la tranquilidad.
Nos quedamos boquiabiertos por su belleza y su atrevimiento tostado y suculento. Lo miramos ensimismados una y otra vez, ¿quién se iba a atrever a hincarle el diente y ser el primero en probar las delicias de lo que se nos prometía mágico?...en fin. El pez nadó en nuestros estómagos, se entregó a nuestros paladares fácilmente y sin lucha. Fue un buen pez.
Gracias a J por darle vida después de la muerte.
Gracias a J por entregárnoslo :)
Banda Sonora:
J lo que deseaba era ofrecer un pez pescado por él, aunq fuese PILIXTE como el de la bolsa... Pero nos gustó el de cecina :)
ResponderEliminarAy madre qué manaki
ResponderEliminarEstoy seguro de que mi pez, allá donde esté, se siente muy orgulloso de aparecer en este blog; además son muy bonitas las palabras que le has dedicado.
ResponderEliminarGracias.
Yo solo quería ponerle una alcayata y colgarla en la pared... os invitaría a venir a verlo cuando quisierais... pero ahora ya...
ResponderEliminarDespués del olorín que dejamos en tu salón eh gus?... Está claro que el pececín se convirtió en símbolo
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