Cerrar los ojos, soñar, dejar que el cuerpo y el alma a través del sueño ordenen lo vivido, lo pongan en su lugar.
Buscar un rato al sol o a la sombra, en soledad o compartiendo un silencio y descansar. Y parar este sin fin de pensamientos agotadores y que muchas veces no sirven para nada, para dar vueltas a algo que es y que poco podemos hacer para que sea de otro modo.
La siesta, la bendita siesta que cuándo se necesita y una se la puede regalar es gloria. Hoy fue un día de bendita siesta.
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