Este invierno ha sido muy pesado para mi, no se si más que otros o igual, me cuesta comparar. Me pasa por ejemplo con el tiempo, nunca me acuerdo si el invierno pasado hizo muy malo o tuvimos un invierno suave.
Soy mala para las fechas, nunca me acuerdo en que año hice esto o aquello. Cuándo alguien cuenta por ejemplo, en el 2002 fui a no se dónde o hice no se cuánto, me quedo boquiabierta, ¿pero cómo te acuerdas? Yo con acordarme de lo que hice la semana pasada tengo bastante.
Por esta falta de memoria llevo años dependiendo de agenda. Ahora la necesito más que nunca con los horarios locos de mi trabajo.
La cosa es que a lo largo de los años fui acumulando numerosas agendas, todas bonitas, con bellas ilustraciones, de tapa dura y de tapa blanda, la agenda de las mujeres muchas veces. Iban pasando los años y yo iba acumulando agendas manoseadas, llenas de notas, de teléfonos, de cosas hechas, de cosas por hacer...Ya eran unas cuántas desde el año noventaipico, en fin.
Con esta cosa que ahora me atrapó de soltar lastre un día decidí deshacerme de ellas. Fue todo un acto psicomágico. Lágrimas de pena, susto y liberación a partes iguales, era absurdamente como si tirara un pedazo de mi. ¿Necesito guardar el pasado con líneas escritas cada día? ¿Necesito saber qué hice el 22 de marzo del 2009? No, no lo necesito.
Ahora me paso el día celebrando que es casi verano. En mi mesita se han ido acumulando novelas por leer, ¡que sequía de lectura de novelas este invierno! ¡que pena!
Y empiezo a sacar tiempo para mirar y pensar en minucias, y que gana de descansar y de tumbarme en una hamaca al sol. Por fin todo eso llega.
Y empiezo a sacar tiempo para mirar y pensar en minucias, y que gana de descansar y de tumbarme en una hamaca al sol. Por fin todo eso llega.
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